Cabra Montés
Morfología e identificación
Apariencia típica de caprino robusto, de patas más bien cortas, cola roma, cuello musculoso, orejas cortas y ojos ambarinos. El pelaje es pardo o canela en verano, y se vuelve entre gris y ante en invierno. Presentan manchas negras en los lados del cuerpo y en los miembros; la extensión de éstas aumenta con la edad del ejemplar; y son más llamativas en invierno.
El dimorfismo sexual es muy acusado. El macho es bastante mayor que la hembra, tiene una crin y una "barba" características, y sus manchas negras son mucho más extensas. Además, posee cuernos largos, gruesos y nudosos, que en los adultos se curvan en forma de "S"; el número de nudos -o medrones- da una idea de la edad. Los cuernos de las hembras son cortos, cilíndricos, con forma de lira. El peso medio de los machos adultos es de 58 kg en Gredos y 51 kg en Cazorla; la longitud media de los cuernos (medidos por la curvatura externa) es de 75 cm y 67 cm, respectivamente, en cada sierra. En cuanto a las hembras adultas, pesan 36 kg en Gredos y 30 kg en Cazorla; sus cuernos miden 24 cm y 16 cm de media. En el Pirineo, Cabrera cita un macho con cuernos de 102 cm de longitud y 26 cm de circunferencia en la base, y los de una hembra en 27 cm de longitud y 14 cm de circunferencia.
Rastros:
Las huellas marcan dos pezuñas de 7 x 4 cm y no son fácilmente distinguibles de las de otros ungulados de tamaño similar.
En Gredos, los excrementos de los machos son cilíndricos, de 20 x 10 mm; los de las hembras, casi esféricos, de 11 x 9 mm. Son negros cuando están frescos y de color paja en caso contrario.
Cuando se asusta, la cabra montés emite un silbido característico.
Alimentación
Como sus parientes domésticos, las cabras monteses comen casi todo los vegetales que encuentran en su medio, entre ellos, hierbas, hojas, líquenes, cortezas, ramas y tallos. Es uno de los animales que más provecho saca a la celulosa, que digiere en un 80% gracias a su rica flora intestinal. Esta capacidad para aprovechar alimentos de baja calidad es otra de sus adaptaciones a terrenos de montaña. Sin embargo, las cabras consumirán gramíneas y otras plantas herbáceas siempre que sea posible.En Gredos, las plantas herbáceas constituyen más del 80% de la dieta de estos animales en todas las épocas del año; la especie más consumida en Festuca indigesta, gramínea aparentemente poco palatable por lo punzante de sus hojas, que rebrota con las lluvias y a finales de invierno, cuando se retira la nieve. Cuando las herbáceas escasean, comen tallitos, brotes tiernos y flores de brezo (Erica arborea). Más raramente consumen los piornos (Cytisus purgans) de flores amarillas con olor a vainilla que tanto abundan en la mencionada sierra.
En Sierra Nevada, en verano, también prefieren herbáceas (fundamentalmente Agrostis nevadensis y el cervuno -Nardus stricta-), aunque el enebro enano es asimismo importante. En Cazorla y Segura, la dieta es muy variada: en un estudio realizado con 105 estómagos se encontraron 313 especies vegetales diferentes, entre las que destacaron la encina y el agracejo, aunque en otoño predominó el enebro. La encina aportó el 13% de la biomasa total, fue más consumida en otoño y menos en primavera, y se encontró en el 90% de los estómagos; en otoño, las cabras aprovecharon las hojas, las ramillas y los frutos (las bellotas), que aparecieron en el 65% de los estómagos. El segundo lugar lo ocuparon las hojas del agracejo, que aportó el 9% de la biomasa. Por último, las hojas, los brotes y los frutos del enebro constituyeron el alimento básico en invierno. La importancia de las plantas herbáceas fue máxima en primavera (55%) y descendió a lo largo del año hasta alcanzar el mínimo en invierno (21%); el consumo de plantas leñosas varió en proporción inversa.
Cuando el alimento escasea, hay diferencias en el consumo entre sexos y clase de edad. En Cazorla se ha observado que los jóvenes se centran en la hierba (más rica en proteínas), los machos adultos son más ramoneadores (alimento con más fibra), y las hembras adultas se encuentran en un término medio entre ambos. Esto puede deberse a que los jóvenes necesitan más proteínas para el crecimiento, mientras que los machos -por su mayor peso- prefieren lugares con más cantidad de alimento aunque éste sea de inferior calidad. Al parecer, el alimento limita directa o indirectamente las poblaciones de cabras. Cuando éstas se encuentran en altas densidades o compiten con otros ungulados, las hembras son menos productivas, y los individuos se debilitan y son más susceptibles de morir de hambre, accidentes o enfermedades. El caso de la sarna en Cazorla es una buena muestra de ello.
Comportamiento
No son animales territoriales y realizan desplazamientos altitudinales dependientes de las condiciones ecológicas. Tales desplazamientos se han estudiado en Cazorla en un rasgo que varía desde los 900 a los 2.000 m. Entre enero y marzo -hacia el final del celo-, cuando las condiciones meteorológicas son más adversas y el alimento es más escaso y de peor calidad, casi el 90% de las cabras se localizan a menos de 1.400 m. Entre abril y agosto, no se muestran selectivas en relación a la altitud y se distribuyen de manera más o menos uniforme, aunque los machos suben más que las hembras. En septiembre y octubre, seleccionan las zonas altas, sin embargo, en este período, casi el 70% de los machos están por encima de los 1.700 m, y más del 70% de las hembras se encuentra por debajo de esta cota. En noviembre y diciembre, las cabras se distribuyen de forma homogénea. En general, los machos realizan desplazamientos, más acusados y suelen encontrarse a alturas superiores.
Las cabras están activas tanto de día como de noche, pero los ritmos varían estacionalmente, tal como se ha comprobado en Cazorla. En invierno se muestran más activas en las horas centrales del día (las más cálidas). En primavera y verano, los períodos de máxima actividad tienen lugar antes de las ocho de la mañana y después de las siete de la tarde; en verano, casi no hay actividad entre las doce del mediodía y las cinco de la tarde. En otoño, ésta es más o menos constante durante las horas de luz solar, con máximos en las primeras horas de la mañana. Fuera de la época de celo, las cabras dedican un 60-80% del tiempo de actividad a comer, el 10-20% a desplazarse, el 10-20 % a vigilar y 0-10% a interacciones. Durante el celo, la actividad de las hembras varía poco, pero los machos adultos ocupan el 60% de su tiempo de actividad en el cortejo y la vigilancia, y sólo un 30% en alimentarse.
Las cabras montesas son gregarias, pero los grupos están poco estructurados y cohesionados, y su configuración varía a lo largo del año. En Cazorla se ha estudiado la composición y los cambios de los rebaños. En enero y febrero, los grupos mixtos (de ambos sexos) que se habían formado durante el celo empiezan a romperse en rebaños separados de machos y hembras con crías; los grupos mixtos desaparecen casi totalmente en agosto, pero se empiezan a formar de nuevo en septiembre y alcanzan su apogeo entre noviembre y enero (época de celo), cuando pueden congregar hasta cuarenta o cincuenta individuos.
Los rebaños de machos son mayores (diez ejemplares de media) en marzo, cuando ascienden a las zonas altas a pastar hierba recién brotada en primavera. Los grupos de hembras son más estables a lo largo del año y suelen estar formados por dos o tres individuos: una hembra adulta, su cría del año y a veces las crías del año anterior. Además, se forman rebaños jóvenes de ambos sexos, sobre todo desde abril a octubre, cuando las hembras adultas paren y crían a los recién nacidos. En Gredos se ha observado una estructura muy similar, pero los grupos de hembras con crías son más grandes e incluyen con mucha frecuencia machos jóvenes de hasta cuatro años.
Reproducción
La cabra montés presenta un ciclo reproductivo anual; en Cazorla, la época del celo se extiende entre noviembre y marzo con un máximo en diciembre (es algo más temprana en Gredos), y la de partos, entre abril y julio. Como en otros ungulados con acusado dimorfismo sexual, los machos compiten por las hembras, y el acceso a la reproducción está determinado por el tamaño de los cuernos, que, a su vez, depende de la edad. Hasta los cuatro o seis años, los machos no empiezan a participar en el celo, pero son los ejemplares mayores de ocho años los que monopolizan a la mayoría de las hembras. La competencia entre machos de tamaño similar origina espectaculares peleas en las que se incorporan sobre las patas traseras y se dejan caer sobre los contrincantes chocando las cuernas. Los vencedores persiguen incansablemente a las hembras, echando la cabeza atrás y sacando y agitando la lengua.
La cópula solo dura dos o tres segundos, y los machos cubren tantas hembras como sea posible. Cada hembra también puede ser cubierta por varios machos a lo largo del período de celo. Las hembras suelen ser fecundadas por primera vez a los dos años y medio, aunque en poblaciones en semicautividad y con sobrealimentación, la primera fecundación se puede producir al año y medio. Como en la mayoría de los ungulados, las hembras no fertilizadas en la primera ovulación pueden presentar varias más al año (poliestro). Tras 155 días de gestación paren una cría (en poblaciones no saturadas, con gran abundancia de alimento, dos) que en los primeros 7-10 días de vida consume sólo leche materna y empieza a ingerir materia vegetal conforme abandona la leche, durante los cinco primeros meses. La cría acompañará a la madre seis meses más, hasta el siguiente parto de ésta. Posteriormente, se integrará en grupos de jóvenes o en grupos de hembras con crías.
Fuente de las fotos: Wikipedia
Mapa de distribución: http://maps.iucnredlist.org/map.html?id=3798
Redacción: Elsa Gara Maqueda
Revisión: Ismael Ferreira Palomo