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Ciervo

Morfología e identificación

El ciervo, o venado, es el mayor de los cérvidos españoles. Su pelaje es pardo-rojizo en verano, algo más grisáceo en invierno, sin motas en los adultos. La especie muestra un acusado dimorfismo sexual: los machos son más grandes y lucen una cuerna ósea que renuevan cada año. Estos cuernos son siempre ramificados, no aplanados como en los gamos. La caída de la cuerna -o desmogue- tiene lugar entre marzo y abril, y el crecimiento comienza de inmediato, completandose a hacia finales de junio o julio, varias semanas después se produce la "limpia" o caida del terciopelo.

En Europa, el tamaño de los ejemplares es mayor cuanto más baja es la temperatura invernal y va decreciendo de este a oeste, un buen macho de los Cárpatos alcanza los 300 kg, pero en Alemania raramente sobrepasan los 200 kg, en Bélgica y Francia los 180 kg, en Escocia 150 y en España 130-140 kg. A escala regional, el tamaño total y el de la cuerna dependen mucho del alimento; en términos generales, cuanto más frío es el clima, más grandes son los ciervos. Así, en Doñana (Huelva) el peso medio de treinta y un machos y doce hembras adultos fue de 81 y 63 kg, respectivamente.

Su mayor tamaño y, sobre todo, la mancha de la grupa distinguen a las ciervas de las hembras de gamo y corzo; en el ciervo, esta mancha es de color crema y se extiende dorsalmente por encima de la cola -más corta que las orejas-, que, al contrario de los restantes cérvidos españoles, es de color castaño claro. Las crías, llamadas cervatos o gabatos, presentan manchas blancas desparramadas (no alineadas, como en el corzo).

Rastros:

En las huellas, el ciervo marca dos pezuñas ligeramente ovales, de 6-8 cm de largo y 5-6,5 de ancho en los machos adultos. En el suelo muy blando se pueden marcar ligeramente las dos pezuñas posteriores; en tal caso, éstas se sitúan detrás de las principales, alineadas en un rectángulo (en el jabalí, se sitúan a los lados de las principales, alineadas en un trapecio). Dadas las costumbres gregarias de esta especie, las huellas suelen encontrarse agrupadas. La distancia entre dos huellas sucesivas del mismo pie es de 50 a 60 cm.

Los excrementos varían con la estación y son notablemente más grandes en los machos. Son negruzcos, casi cilíndricos, con un extremo redondeado y otro puntiagudo, de 1,5-2 x 1-1,5 cm, depositados en grupos; se funden parcialmente en boñigas de 4-5 cm de diámetro cuando el animal ha comido hierba fresca.

En ocasiones, los ciervos toman baños de barro en lugares llamados "bañiles" o revolcaderos y, como los jabalíes, se restriegan en los árboles, en los que dejan manchas a una altura superior a las producidas por los jabalíes. En otoño, durante el celo -también llamado berrea o brama-, los machos emiten un bramido característico, parecido a un mugido de un toro, grave y profundo, audible a varios kilómetros.

Alimentación

Morfológica y fisiológicamente, el ciervo está adaptado a una alimentación mixta de hierba y especies arbustivas y arbóreas, si bien prefieren la hierba cuando esté disponible. La dieta varía estacionalmente, geográficamente y en relación al sexo y las clases de edad. En Sierra Morena cordobesa, en verano, la dieta se compone de un 25 % de hierba y un 75% de matorral; en otoño, hasta un 50% de bellota y un 30% de hierba, y en invierno y primavera, más del 70% de hierba. En los Quintos de Mora (montes de Toledo), la estacionalidad es el principal factor de variación en la dieta. Los árboles y arbustos (60% del consumo anual) predominan en otoño e invierno; entre ellos destacan la encina, seguida del labiérnago, la jara y el fresno. Las crías consumen mayor cantidad de pasto que los adultos.

En épocas de escasez de alimento (en los montes de Toledo, en invierno y en verano), los machos ocupan áreas donde puedan consumir mayor cantidad de alimento pero de peor calidad, en tanto que las hembras -con menos necesidades y una estructura distinta en la boca- pueden comer en áreas de hierba corta donde para los machos ya no es rentable hacerlo. Dependiendo de su peso, los ciervos necesitan entre 5 y 10 kg diarios de alimento.

Comportamiento

Los ciervos forman dos tipos de rebaño: los de machos y los de hembras con jóvenes de ambos sexos. Además, durante el celo se forman rebaños mixtos de escasa duración. Los rebaños de hembras tienen áreas de campeo relativamente estables, que no defienden contra otros miembros de la especie y cuyo tamaño es inversamente proporcional a la calidad del hábitat, es decir, a la disponibilidad de refugio y alimento.

En Francia, las áreas de campeo suelen oscilar entre las 700 y las 1.500 ha; en el Parque Natural de Monfragüe (Cáceres) las ciervas tienen áreas de campeo de 300 ha. Los machos adultos se mueven a lo largo del año por zonas amplias cuyos extremos pueden estar separados decenas de kilómetros. En Francia, las áreas de campeo anuales miden unas 5.000 ha de media; en Monfragüe, 600 ha; en Sierra Morena, unas 2.000 ha. En las Navas-Berrocal (Sierra Morena de Sevilla), cinco machos y seis hembras radioseguidos durante dos años tuvieron áreas de campeo medias de 825 ha (entre 1.144 y 339 ha) y 464 ha (586-259 ha), respectivamente.

El tamaño mínimo de las áreas de campeo se da de junio a agosto y aumenta progresivamente hasta el invierno. Los machos no son territoriales y sólo defienden el picadero durante la berrea; año tras año son muy fieles a estos picaderos y a los lugares de desmogue. Los grupos de machos y, en menor medida, de las hembras realizan desplazamientos estacionales dependientes del clima, el alimento y los parásitos. En verano suelen utilizar más las cuerdas de la sierra y las umbrías, y en invierno frecuentan el pie de las cordilleras y las solanas; tales cambios son más acusados en la cordillera Cantábrica. En Monfragüe utilizan más las zonas de densa cobertura en verano, mientras que en invierno y primavera prefieren las praderas abiertas. Sobre el terreno, la distribución de los animales no es homogénea: los sectores más ricos o más tranquilos acogen efectivos más importantes que los sectores con perturbaciones o pobres.

Los ejemplares de esta especie pueden estar activos las veinticuatros horas del día. Presentan de cinco a nueve ciclos de actividad diarios, dos tercios de los cuales transcurren durante las horas de luz, con períodos más largos de actividad al amanecer y al atardecer. Cuando es molestado, el ciervo se vuelve más nocturno. En medios boscosos suele permanecer dentro o en las proximidades del bosque durante el día, y salir a las zonas abiertas desde el atardecer al amanecer.

Como ya se ha dicho, los ciervos forman dos tipos de rebaño: los de machos y los de hembras con jóvenes de los dos sexos. Además, durante el celo se forman rebaños mixtos que duran poco tiempo. Los grupos de hembras están formados por la hembra adulta, la cría del año, la cría del año anterior (hembra joven o macho vareto) y la del otro año si es hembra. Ésta es la unidad social básica, aunque en muchas ocasiones se forman grupos de tamaño muy variado, fruto de la agregación de otras unidades familiares. Así, el tamaño medio de los grupos de hembras en Sierra Morena es de 3,4 ejemplares en verano y 7,6 en invierno y primavera temprana. Estos cambios se deben a que en verano los ciervos se alimentan de matorral y utilizan medios de mayor cobertura, mientras que en invierno comen hierba en zonas abiertas.

Como en otros ungulados, en medios diferentes las estrategias antidepredadoras son distintas. Así, en zonas abiertas, los individuos que viven en grupos numerosos se benefician de la vigilancia colectiva, pero en el bosque la vigilancia visual no es efectiva y resulta preferible pasar desapercibido en grupos pequeños. En los grupos familiares se establece una jerarquía de dominio entre los miembros, que se corresponde con la edad en el caso de las hembras; no obstante, el vareto -macho entre uno y dos años- suele dominar a todas sus hermanas e incluso a la madre en la etapa previa a la dispersión. Esta jerarquía determina el orden de acceso a la comida y existe también entre las hembras que lideran distintos grupos familiares.

Los grupos familiares muestran una configuración espacial característica. Durante los desplazamientos y cuando el grupo come en zonas abiertas, la posición más adelantada la ocupa la hembra adulta, seguida de la cría del año, después la del año anterior y, por último, la hermana mayor si existe. Cuando se reúnen varios grupos, también son las crías y los más jóvenes los que ocupan las posiciones más centrales, rodeados por las hembras adultas. Esta configuración de protección antidepredadora puede alterarse en función de la procedencia del peligro; así, este orden puede invertirse cuando el predador sigue al grupo por atrás.

Los grupos de machos están constituidos por individuos generalmente no emparentados y de edad similar. En Sierra Morena, el tamaño medio de estos grupos oscila entre los 2,7 ejemplares en verano y los 6,5 en invierno-primavera. En ellos se establece una rígida jerarquía basada en el tamaño y la capacidad de lucha. La configuración espacial es distinta a la de los grupos de hembras. Ningún macho se arriesgará por los demás. El orden de marcha se establece de acuerdo con la dominancia: los ejemplares de rango superior adoptan las posiciones menos arriesgadas, que suelen ser las posteriores, y empujan (incluso físicamente, a cornadas o patadas) a los machos subordinados hacia delante.

En España, las densidades dependen de la gestión cinegética, pero son mucho menores en el norte que en el centro y sur del país. Las máximas densidades de la cordillera Cantábrica se dan en la Reserva del Saja (Cantabria), con 6-12 ciervos por kilómetro cuadrado, aunque se considera que la óptima sería 1-2 por kilómetro cuadrado; en la Reserva de Riaño (León), la densidad es de 0,5 ejemplares por kilómetro cuadrado; en la provincia de Burgos, de 0,012 ciervos por kilómetro cuadrado. En todos estos lugares, los ciervos coinciden con ganado y son predados por los lobos. En Extremadura, montes de Toledo y Sierra Morena, densidades de 10-30 ejemplares por kilómetro cuadrado, e incluso superiores, son normales. En la finca cinegética de los Quintos de Mora (montes de Toledo) hay 34 ejemplares por kilómetro cuadrado; en el Parque Natural de Cabañeros (Ciudad Real), 30 ciervos por kilómetro cuadrado. Se considera que, sin alimentación suplementaria, en el monte mediterráneo se pueden mantener 20 ejemplares por kilómetro cuadrado sin que se produzcan daños en la vegetación. Con alimentación suplementaria, en algunas fincas próximas a Andújar (Jaén) hay densidades de hasta 100 ciervos por kilómetro cuadrado.

El lobo es el principal predador de esta especie en España, aunque no hay datos de su influencia sobre las poblaciones. En Doñana, los linces cazan gabatos esporádicamente, en una proporción menor a la de gamos (matan un ciervo por cada cinco gamos). Parece que zorros y águilas reales tienen un impacto mínimo sobre los gabatos. En ausencia de predadores y de control cinegético, las poblaciones muy densas muestran escaso crecimiento, alta mortalidad de gabatos en la época desfavorable (invierno en las montañas septentrionales, verano en las zonas meridionales), fertilidad y fecundidad reducida en las hembras, desarrollo pobre de la cuerna en los machos; en estas condiciones, las poblaciones son controladas por epidemias que producen mortandades catastróficas. La estructura de las poblaciones depende de las densidades y del tipo de manejo. La longevidad es de unos veinte años.

Reproducción

El celo tiene lugar entre septiembre y octubre; los machos permanecen activos durante todo el período (un mes), y las hembras tienen ciclos de dieciocho días coincidiendo con las ovulaciones. Los machos dejan su grupo y se trasladan a las zonas clásicas de berrea -arena o picaderos- y muestran dos estrategias; o bien seguir a un grupo de hembras manteniendo alejados a los competidores, o bien defender un terreno (de entre 0,5 y 2 ha) de buena calidad cortejando a las hembras que lo utilicen.

La frecuencia y la duración del bramido de los machos están directamente relacionadas con la capacidad de lucha de éste, lo que suele evitar el combate. Además, la berrea atrae a las hembras y estimula su estro (incluso cuando es reproducida en altavoces, en ausencia del macho). Durante el celo, el macho apenas come y sufre un enorme desgaste, que aumentará sus probabilidades de morir de hambre o por accidentes durante el invierno. Los machos no suelen tener más de dos o tres años reproductivos buenos en su vida. Las hembras no cambian notablemente su comportamiento durante el celo y suelen ser montadas por varios machos; sin embargo, se ha comprobado que seleccionan a los que emiten mayor número de bramidos por unidad de tiempo.

La gestación dura, por término medio, doscientos sesenta y tres días si la cría es macho y dos días menos si es hembra. En mayo, las hembras se separan del grupo para parir un cervato de unos seis kilos, que permanecerá tumbado en la espesura durante cuatro o cinco días antes de empezar a seguir a la madre, que lo amamantará durante cinco meses si ha quedado preñada de nuevo o durante doce o trece meses en caso contrario. Los jóvenes, si son hembras, permanecerán con la madre hasta que tenga su propia cría, e incluso después suelen mantenerse bastante unidas al grupo de su madre: utiliza en parte la misma área de campeo y forma muchas veces con ella un mismo grupo. Si son machos, tras cumplir dos años se dispersarán para ir a colonizar un área separada.

Las hembras suelen alcanzar la pubertad a los dos años y cuatro meses (un año más tarde en malas condiciones de alimento, y un año antes en condiciones óptimas). Los machos raramente dominan un harén antes de los cinco o los seis años. La fertilidad en las hembras, el peso de las crías y su viabilidad depende de la edad y el peso de la madre, y de la calidad del hábitat en conjunción con la densidad de ciervos. El éxito reproductivo (número de hijos concebidos a lo largo de la vida) es relativamente homogéneo en el caso de las hembras, pero muy variable en los machos: entre éstos, algunos individuos pueden concebir muchos hijos mientras que otros no llegan nunca a tener acceso a la reproducción. En la isla de Rhum (Escocia), donde se ha realizado un exhaustivo estudio sobre la especie, el número más habitual de hijos criados por hembra es de cuatro (rango 0-13) y los concebidos por cada macho, de seis (0-25). El éxito reproductor en la hembra depende de la calidad del área de campo y del tamaño del grupo; las hembras asociadas a grupos pequeños producen más crías que las que viven en grupos grandes. En los machos, el éxito reproductor depende de su tamaño.

Fuente de las fotos: Wikipedia
Mapa de distribución: http://maps.iucnredlist.org/map.html?id=41785
Redacción: Elsa Gara Maqueda
Revisión: Ismael Ferreira Palomo

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